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Concluir la Comisión Corográfica, una deuda por pagar

La corografía o chorographía

La corografía es la ilustre antecesora de la geografía moderna. Denominada también topografía en los textos antiguos, fue de gran utilidad en el conocimiento cada vez más detallado de los lugares, regiones y paisajes del mundo. Era una técnica descriptiva que, en la medida de lo posible, fue utilizando mecanismos de medición cada vez más exactos hasta llegar a establecer sistemas comparativos universales que le permitieron convertirse en la geografía actual.[1] 

La corografía tuvo su época de mayor difusión y prestigio en el mundo hispánico a partir de las Relaciones topográficas de Felipe II, compiladas a finales del siglo XVI (Alvar Ezquerra, 1993). En 1575 el emperador mandó que fuese levantado un estudio sobre todos los pueblos de España, con un recuento pormenorizado de la población y una descripción de cada provincia, sus recursos, sus montañas y sus ríos. El método utilizado fue el envío de escribanos y oficiales reales, los cuales recibían informes de las autoridades locales conocedoras de su entorno o de aquellas que, como los párrocos, recopilaban datos útiles para la encuesta. En total debían responder un cuestionario de 57 preguntas sobre asuntos muy variados que luego eran procesados por los viajeros y clasificados de acuerdo con temáticas y regiones. A partir de todo este material enorme se hizo una relación pormenorizada de todo el país. El método resultó tan sencillo y barato que se continuó utilizando por muchos años. Más aún, debido a la enorme masa de información resultante, y a las numerosas formas de reclasificarla, durante muchos años y hasta el día de hoy las Relaciones topográficas de Felipe II siguen siendo una fuente inagotable de información sobre la España de ese tiempo (Arroyo Ilera, 1998).

Durante la Conquista y la Colonia se utilizó en América una forma menos detallada de corografía. Consistía en informes de los cronistas y los visitadores reales, así como en informes virreinales y de altos funcionarios, además de las cartas misioneras y de la pastoral religiosa. Podríamos decir que los censos de población durante ese largo periodo fueron realmente relaciones topográficas puesto que los conteos poblacionales eran asunto de los párrocos de cada localidad, basándose en los libros parroquiales, donde constaban los nacimientos y los decesos.

El Estado comienza a crear la nación

La Constitución de 1832 crea, al menos en el papel, la República de la Nueva Granada. Es un Estado cuyo territorio se desconoce en su mayor parte y cuyos habitantes carecen de un referente de pertenencia con aquel. Más como pretensión que como realidad, se trataba de unificar las provincias que hasta ese momento constituían el centro de la Gran Colombia, que se separó de Venezuela y Ecuador, pero mantuvo las provincias de Panamá, Azuero y Chiriquí. Este era un hito fundacional porque ya contenía las aspiraciones territoriales del nuevo Estado, los pueblos que lo constituirían y el espacio donde esperaba ejercer su dominio. Sin embargo, tales aspiraciones tenían dos grandes problemas geopolíticos: primero, la mayor parte del territorio que se pretendía no se conocía científicamente y no existían mapas que lo delimitaran y lo separaran de los Estados vecinos. Segundo, no había forma de ejercer un dominio de facto sobre una superficie de aproximadamente 1.600.000 km2 con una población que, según el censo de 1835 ordenado por Santander, era de 1.686.038 habitantes (Poveda Ramos, 2013). Aún en las áreas más pobladas, como en el caso de la cordillera Oriental, los pobladores seguían identificándose con su provincia porque la falta de vías de comunicación entre los pueblos los aislaba y no permitía crear un sentido de pertenencia mayor.

Por lo tanto, los constituyentes de 1832 se enfrentaban a tres grandes problemas: primero, crear un gobierno representativo que pudiese encarnar las aspiraciones de su clase dirigente como si fuesen las aspiraciones de la totalidad del país que se quería representar; segundo, delimitar y reclamar como propio un territorio estatal cuyos límites verdaderos se desconocían y sobre los cuales había pretensiones semejantes de los Estados vecinos, y tercero, crear una nación a partir de las numerosas naciones provinciales existentes. Es decir, el gobierno debía crear el Estado territorial y a partir de allí crear la nación neogranadina.

Ante un problema de tal magnitud la respuesta lógica era la creación de un organismo científico que se encargara de adelantar un estudio de todo el país y de elaborar mapas provinciales y de toda la república. Sin embargo, esta obra tan urgente se dilató durante varios gobiernos debido a las continuas guerras y la insuficiencia de recursos

Ante un problema de tal magnitud la respuesta lógica era la creación de un organismo científico que se encargara de adelantar un estudio de todo el país y de elaborar mapas provinciales y de toda la república. Sin embargo, esta obra tan urgente se dilató durante varios gobiernos debido a las continuas guerras y la insuficiencia de recursos.

Codazzi y la Comisión Corográfica de Venezuela

Los estudios corográficos en la Nueva Granada, hechos por el italiano Agustín Codazzi, estuvieron antecedidos por un trabajo semejante de él mismo en Venezuela entre 1830 y 1841. En este país pudo experimentar las enormes dificultades de investigar en el trópico y los numerosos problemas para reconocer territorios sin información precedente.

Cuando Venezuela se separó de la Gran Colombia, en 1830, reclamó como parte de su territorio las provincias que constituyeron originalmente la Capitanía General de Venezuela en 1777: Venezuela, Nueva Andalucía o Cumaná, Maracaibo, Guayana, Margarita y Trinidad. Debido a la pérdida de Trinidad y parte de Guayana a manos de los ingleses, 53 años más tarde la superficie del nuevo país se había disminuido bastante. También habían cambiado las denominaciones territoriales: existían entonces los departamentos creados por Bolívar en 1824: Zulia (con las provincias de Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo), Venezuela (con las provincias de Caracas y Barinas), Orinoco (con las provincias de Guayana, Cumaná, Barcelona y Margarita) y Apure (con las provincias de Achaguas y Barinas).

El general Agustín Codazzi fue uno de esos increíbles hijos de los turbulentos años entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, que marcaron la muerte de las viejas instituciones monárquicas, de reyes absolutos heredados del Medioevo, y el surgimiento de nuevas repúblicas y monarquías constitucionales. Nacido en la ciudad italiana de Lugo en 1793, en su juventud entró a las academias militares de Módena y Pavía, en donde se formó como ingeniero militar y de artillería. Participó en las campañas napoleónicas y luego en las fuerzas italo-británicas que lucharon contra Napoleón hasta la batalla final de Waterloo en 1815. Al quedar sin empleo militar, decidió unirse al corsario francés Luis Aury, quien luchaba en el Caribe a favor de los revolucionarios americanos. Tras la muerte de Aury, Codazzi llegó a Venezuela como parte del séquito del Libertador Simón Bolívar. Encargado de fortificar la entrada al lago de Maracaibo en 1826, realizó estudios minuciosos del departamento del Zulia y levantó una carta que fue presentada al Congreso en 1829. Debido a la calidad de ese trabajo el Congreso le encargó la elaboración de un estudio corográfico de todo el nuevo país. Para ello trabajó durante nueve años, de 1830 a 1837, recorriendo todo el territorio y elaborando un excelente estudio de sus trece provincias. El presidente José Antonio Páez le encargó la publicación de la obra en París. Para ello viajó a la Ciudad Luz con el dibujante Carmelo Fernández y los historiadores Rafael María Baralt y Ramón Díaz. Entre 1840 y 1841 terminan el Atlas físico y político de la República de Venezuela, el Resumen de la geografía de Venezuela y el Mapa general de Venezuela.

A finales de 1849 el nuevo presidente, José Hilario López, liberal radical, firma con Codazzi el documento por medio del cual este último se compromete a dirigir la Comisión Corográfica, un estudio del nuevo país, acompañado de un atlas provincial y una carta general

Se crea la Comisión Corográfica en la Nueva Granada

En 1849 Codazzi sale exilado de Venezuela debido a la persecución del dictador José Tadeo Monagas, contra quien había combatido anteriormente en las numerosas guerras civiles del país. Es recibido en la República de la Nueva Granada por el presidente Tomás Cipriano de Mosquera, quien lo nombra director del Colegio Militar. Allí se estaban formando los primeros ingenieros militares neogranadinos, capacitados para hacer levantamientos sobre el terreno y elaborar cartografía exacta. Sin embargo, el objetivo fundamental era llevar a cabo una obra semejante al estudio sobre Venezuela.

A finales de 1849 el nuevo presidente, José Hilario López, liberal radical, firma con Codazzi el documento por medio del cual este último se compromete a dirigir la Comisión Corográfica, un estudio del nuevo país, acompañado de un atlas provincial y una carta general. En forma inexplicable el contrato estipula que los resultados deben entregarse en un plazo de seis años, aunque la experiencia en Venezuela, un país más pequeño y menos complejo, le había tomado diez. Aunque los trabajos se hicieron rápidamente, como era de esperarse Codazzi debió solicitar en 1855 una prórroga por cuatro años más, que le fue concedida a regañadientes.

Los trabajos se iniciaron el 1° de enero de 1850 y, como lo describe con dureza y picardía Manuel Ancízar en su Peregrinación de Alfa, ya en el primer día de viaje debieron dormir sobre el suelo en una fonda que, aunque estaba ubicada en las cercanías del puente del Común, muy cerca de Bogotá, apenas podía ofrecer un techo y una mala comida a los viajeros (Ancízar, 1984)[1]. De allí en adelante las condiciones fueron iguales o peores ya que todavía no existían hoteles ni restaurantes en la joven nación. Si tenían suerte, podían recibir albergue de alguna familia prominente o algún párroco caritativo; si no, debían armar carpas a orillas de un riachuelo y cocinar sus alimentos.

Un problema grave, pero sobrellevado estoicamente por Codazzi durante los diez años de viaje por la Nueva Granada, fue la enfermedad del paludismo. El primer ataque ocurrió cuando exploraba el camino del Carare en la provincia de Vélez. Al llegar a las selvas del valle del Magdalena, en el río Guayabito, afluente del Carare, tanto el general como Ancízar fueron acometidos por la enfermedad y debieron resguardarse rápidamente. Al respecto escribe Ancízar:

Pagamos nosotros el tributo de salud al Carare; pero gracias a la bondad del señor José Gooding, que puso a nuestra disposición su casa en Vélez, y a las dedicadas atenciones de los señores Díaz y Silva, los sufrimientos se hicieron llevaderos, y al cabo de 20 días pudimos emprender marcha para Moniquirá. (Ancízar, 1984, p. 113)

En 1856, en medio de los trabajos sobre los territorios de San Martín y Casanare, Codazzi volvió a enfermar de fiebres tercianas en la población de Moreno, capital del Casanare en esa época. Al año siguiente ocurrió lo mismo en la expedición al territorio del Caquetá (Amazonia), de donde regresó, casi sin poder ponerse en pie, hacia el alto Magdalena. Por lo tanto, no resulta extraño que, debilitado por las fiebres, el general haya muerto por esta causa en 1859 en la región del río Cesar.

Durante los diez años de la Comisión Corográfica en Colombia (1850-1859) Codazzi pudo recorrer la mayor parte del territorio pretendido por el Estado, incluyendo las provincias de Panamá y Veraguas, que luego se convertirían en la República de Panamá, y el territorio de Sucumbíos, que sería reclamado después por Ecuador. Analizando los caminos por donde anduvieron estos expedicionarios y las condiciones en que se encontraba el nuevo país en esa época, no resulta superlativo calificar esa obra como una epopeya digna de la mayor admiración. Fueron miles de kilómetros recorridos en mula, canoa o a pie, tomando notas, dibujando, midiendo, conversando con los habitantes y recibiendo información que debían confrontar para utilizarla, o no, en sus informes. Aunque Codazzi estuvo acompañado durante los dos primeros años por el escritor y político Manuel Ancízar, que colaboró mucho en la elaboración de los informes y las observaciones socioeconómicas, en los siguientes viajes no tuvo tanta suerte. Los Apuntes de viaje de Santiago Pérez, quien había entrado como nuevo secretario de la Comisión en 1853, no tuvieron la misma soltura y profundidad de los de Ancízar e inciden muy poco en los escritos sobre Cauca y Chocó. Sin embargo, la nueva compañía de Manuel María Paz fue de gran importancia para el general. De allí en adelante este último fue un activo miembro de la Comisión hasta el final. Pero en realidad la parte científica de todas las expediciones estuvo a cargo de Codazzi, un trabajo gigantesco para una sola persona.

En 1857 sube al poder Mariano Ospina Rodríguez, un conservador poco amigo de los radicales, que no tiene simpatía por la obra de la Comisión. Los problemas con los pagos necesarios para continuar los estudios se complican, y finalmente cesan a partir de junio de 1858. Sin embargo, Codazzi parte hacia la costa Atlántica, sin patrocinio estatal, para terminar los estudios de esa región. Al pie de la Sierra Nevada lo acomete un fuerte ataque palúdico que lo lleva a la tumba el 7 de febrero de 1859.

Una deuda no pagada

Codazzi le entregó los últimos años de su vida a Colombia y el país lo dejó a su suerte en los momentos en que culminaba la Comisión Corográfica, su obra magna y la investigación científica más importante realizada en nuestro territorio durante el siglo XIX. Es un acto de ingratitud que aún hoy nos debe llenar de vergüenza. Publicar y divulgar toda la obra de la Comisión es un deber ineludible para la Colombia de hoy. Entre 1997 y 2002 junto con los profesores Augusto Gómez, de la Universidad Nacional, y Guido Barona, de la Universidad del Cauca, pudimos publicar casi completa la Geografía física y política de la Confederación Granadina[2]. No se pudo incluir la Flora de la Nueva Granada, de José Jerónimo Triana, por las dificultades botánicas que tiene esa obra gigantesca. Sin embargo, este enorme trabajo se dispersó demasiado porque se hizo con muy pocos recursos y en ediciones muy pequeñas, que se concentraron en los centros de investigación universitarios. Es decir, se publicó, pero no se divulgó, contribuyendo muy poco al conocimiento nacional e internacional de toda la obra.

Aunque en 1861 el presidente Mosquera contrató a Felipe Pérez para que ordenara los escritos de Codazzi y los publicara en dos volúmenes, se le reprocha a este miembro secundario de la expedición haber suscrito dicha obra a su nombre, si bien dejando constancia en el prólogo de estar trabajando “con materiales ajenos”. Claro que debemos tener en cuenta que, en el segundo tomo de la Geografía física y política de los Estados Unidos de Colombia, Pérez adelantó el estudio de Bolívar y Magdalena, los dos estados que Codazzi no alcanzó a terminar (Pérez, 1862-1863). Igual ocurrió con el Atlas de los Estados Unidos de Colombia, publicado en 1865 por Manuel Ponce de León y Manuel María Paz, y la Carta geográfica de los Estados Unidos de Colombia, publicada en 1864 por los mismos autores utilizando los mapas de Codazzi, pero agregando los de Bolívar y Magdalena. Estas obras deberían publicarse bajo el nombre de Codazzi, aunque agregando los verdaderos aportes de Pérez, Ponce de León y Paz.

Otra falla que se debe corregir es la falta de los itinerarios militares en la mayoría de los estudios publicados de las provincias y cantones. Esos itinerarios contienen información muy importante para analizar el estado de los caminos y la conexión que existía entre las poblaciones granadinas. Como ingeniero militar, Codazzi puso atención especial a la forma como estaban organizados los territorios y las facilidades que ofrecían para el movimiento de tropas, así como para el comercio en general. Aún en vida de Codazzi se publicó, en 1856, un primer volumen sobre las provincias del Socorro y Vélez, que contenía los itinerarios provinciales y cantonales. Al año siguiente se publicaron los estudios sobre las provincias de Soto, Santander, Pamplona, Ocaña, Antioquia y Medellín, en los cuales desafortunadamente fueron suprimidos los itinerarios militares, quizá para evitar su utilización durante las constantes guerras civiles de la época. Codazzi tampoco estaba de acuerdo con la inclusión de los itinerarios porque les daba un valor puramente militar. Sin embargo, en ellos podemos estudiar hoy todos los problemas en la movilidad de la época, como las distancias entre pueblo y pueblo, la falta de puentes sobre los ríos, los lugares donde se podía pernoctar, el mantenimiento de las vías, etc. Lastimosamente, de allí en adelante no volvieron a ser publicados, causando un grave detrimento en el valor científico de la Comisión. El estudio pormenorizado de esos cuadros nos puede ofrecer un tesoro enorme sobre la organización geográfica de Colombia en la segunda mitad del siglo XIX.

Analizando los caminos por donde anduvieron estos expedicionarios y las condiciones en que se encontraba el nuevo país en esa época, no resulta superlativo calificar esa obra como una epopeya digna de la mayor admiración. Fueron miles de kilómetros recorridos en mula, canoa o a pie, tomando notas, dibujando, midiendo, conversando con los habitantes y recibiendo información que debían confrontar para utilizarla, o no, en sus informes

Aunque en nuestros comentarios personales —incluidos en el tomo correspondiente al Estado de Boyacá, Territorio del Casanare— hicimos algunos apuntes sobre el manejo de las escalas y medidas en la obra codazziana, esto resulta insuficiente y debemos seguir estudiando ese aspecto (Codazzi, 2000, pp. 69-71). A mediados del siglo XIX se estaba produciendo una transición de las viejas medidas españolas a las nuevas medidas basadas en el metro patrón francés. Codazzi debió hacer un gran esfuerzo para adecuar sus mapas al sistema métrico pues había una gran cantidad de problemas por resolver, y lo logró en forma muy ingeniosa pero extraña. El estudio sobre el manejo de escalas y medidas en la Comisión Corográfica es de mucho interés. Por ejemplo, la creación de una legua granadina equivalente a 6250 varas granadinas o 5000 metros; es decir, la distancia que recorre un caballo cargado, al paso y sobre terreno plano en una hora. En la práctica, Codazzi no tenía el personal ni el tiempo suficiente para medir los caminos con cintas o cabuyas y por eso recurrió a ese invento tan útil, aunque solo aproximado[1]. Además, la Comisión no pudo recorrer tantos caminos como aparecen en los itinerarios. Por ello, muchos de sus datos fueron obtenidos por medio de consultas con los arrieros de cada localidad, transformando las horas de viaje de estos en leguas granadinas, dependiendo del tipo de terreno.

Como cartógrafo, Codazzi trató de corregir en sus mapas el problema, insoluble hasta hoy, del uso de una escala única para terrenos donde se encuentran áreas planas junto con áreas montañosas, como es el caso de los Andes y los valles interandinos. Si, por ejemplo, se trata de medir la distancia entre Cali y Bogotá trazando una línea recta en un mapa a escala 1:1.500.000, tenemos diferencias muy grandes entre los datos sobre el terreno plano comparados con los de la parte montañosa. En este último caso, las distancias se comprimen en el papel, pero se alargan sobre el terreno porque ascender montañas exige caminos más largos, debido a las curvas. En sus mapas pinta de forma diferenciada los distintos tipos de terreno y utiliza tres formas de compensación, cada vez mayores en la medida que el terreno se hace más pronunciado. Para las partes planas se mide de acuerdo con la escala acordada; para las pendientes medias se deben agregar 2 leguas por cada 10, para compensar las curvas que no se pueden dibujar en el mapa, y para las grandes pendientes se deben agrega 4 leguas por cada 10 porque la compensación tiene que ser mayor (Codazzi, 2000, pp. 69-70). El estudio de este sistema tan especial amerita un trabajo comparativo de mucha profundidad.

En conclusión, así como las Relaciones topográficas de Felipe II siguen teniendo un enorme valor para los estudios geográficos, históricos y socioeconómicos de España, esto también ocurre con la Comisión Corográfica en Colombia. Hay un tesoro invaluable en esos datos, que nos muestran el proceso como se creó nuestro Estado-nación a partir de un concepto convertido en realidad por medio de la cartografía y la delimitación de pertenencias espaciales. El mapa es uno de los símbolos de identidad más fuerte para el individuo y para una sociedad específica porque revela la ubicación personal o colectiva. Cuando señalo en un mapa el punto y el nombre del lugar donde nací, estoy convirtiendo esos símbolos en vivencias y pertenencias. Igualmente, cuando ese lugar se describe como un paisaje corográfico, mi experiencia se transforma en espacio compartido y, por lo tanto, en comunidad, sociedad y nación.

 

Referencias

Alvar Ezquerra, A.  (1993). Relaciones topográficas de Felipe II (2 tomos). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Ancízar, M. (1984). Peregrinación de Alfa (vol. 1). Bogotá: Biblioteca Banco Popular.

Arroyo Ilera, F. (1998). Agua, paisaje y sociedad en el siglo XVI, según las Relaciones topográficas de Felipe II. Madrid: El Umbral.

Baralt, R. M. y Díaz, R. (1840). Resumen de la historia de Venezuela (3 tomos). París: H. Fournier y Com.

Codazzi, A. (1840). Atlas físico y político de la República de Venezuela. París: Thierry Fres.

________. (1841). Resumen de la geografía de Venezuela. París: H. Fournier.

________. (2000). Geografía física y política de la Confederación Granadina, vol. III, tomo 1: Estado de Boyacá, Territorio de Casanare. Bogotá: Géminis.

Pérez, F. (1862-1863). Jeografía física i política de los Estados Unidos de Colombia (2 vols.). Bogotá: Imprenta de la Nación.

Poveda Ramos, G. (2013). Población y censos en Colombia: desde la Conquista hasta el siglo XXI. Medellín: Unaula.

 

[1] Los relatos de Ancízar se comenzaron a publicar por entregas en el periódico El Neogranadino en mayo de 1850 y se terminaron en diciembre de 1851. Luego se recopilaron y el libro apareció en 1853. Los relatos no fueron bien recibidos por la élite tradicional y por eso en muchos lugares, como el convento de La Candelaria, en Ráquira, a la Comisión le cerraron las puertas y no la quisieron recibir.

[2] La obra se dividió así: vol. I, tomo 1: Estado del Cauca, Territorio del Caquetá, 1997; vol. I, tomos 2 y 3: Estado del Cauca, provincias de Chocó, Cauca, Popayán, Pasto, Túquerres y Barbacoas, 2001; vol. II: Estado de Cundinamarca y Bogotá, 2003; vol. III, tomo 1: Estado de Boyacá, Provincia de Casanare, 2000; vol. III, tomo 2: Estado de Boyacá, provincias de Tunja y Tundama, 2003; vol. IV: Estado de Santander, 2004; vol. V: Estado de Antioquia; vol. VI: Estado del Istmo de Panamá, 2002.

[3] He tenido la oportunidad de medir varios de esos caminos, que aparecen en los itinerarios de la antigua provincia de Tunja, y resulta sorprendente el grado de exactitud de las distancias calculadas en leguas por Codazzi frente a las distancias dadas por un GPS.

AUTOR

Camilo Arturo Domínguez Ossa

Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Magister en Planeación del Desarrollo de la Universidade Federal do Pará y Doctor en Geografía Humana de la Universidade de Sao Paulo. Es uno de los geógrafos iberoamericanos más decididamente comprometidos en la defensa de los principios democráticos en Colombia, y autor de una obra importante para el conocimiento de los problemas que aquejan al país.

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