Nos pareció curioso porque los territorios amazónicos contemporáneos deben entenderse en el marco de la densidad histórica de su construcción como una frontera de la expansión imperial ibérica y europea. Por ello, este artículo da cuenta de esa larga historia para entender la territorialización contemporánea de la Amazonia atendiendo a distintas concepciones de la frontera: como frente de expansión etnocéntrico “civilizatorio”, noción todavía subyacente a políticas y percepciones culturales; como línea demarcatoria de imperios, Estados o mercancías; como tierra transfronteriza y, más recientemente, como una macrorregión convertida, por razones ambientales y simbólicas, en una región global.
Su creación como una región global está asociada a la ambientalización de la Amazonia, por lo que de allí se desprende un segundo aspecto. Se requiere hacer una transición conceptual de economía política a ecología política de la Amazonia. Estos dos aspectos se propone tratar este artículo.
Amazonia: territorialidades y fronteras
La invención de la Amazonia y la Panamazonia
No se suele precisar la diferencia entre el río Amazonas y la región amazónica (Davis, 2004; Hecht y Cockburn, 2010; Hemming, 2009). Para empezar, el río más grande del mundo tenía nombres de origen nativo como Pará, del pueblo tupí, o Imani, del pueblo murui. El nombre actual se atribuye a Gaspar de Carvajal, el cronista del viaje de Francisco de Orellana en 1538 en representación de la Corona española (Carvajal, 1894). Quien se refiera a la Amazonia, habla de una región asociada a la cuenca del río Amazonas (Pizarro, 2009) cuyo contorno preciso puede ser motivo de discrepancias.
Esas discrepancias pueden estar asociadas a las definiciones de la cuenca hidrográfica, que se cararacteriza por su contigüidad al bosque húmedo tropical más grande del mundo, o a sesgos por razones político-territoriales de Estados nacionales que reclaman ser parte o poseer parte de esa gran región. En ese contexto, la idea de complejidad es clave para comprender las Amazonias (Cepam, 2022). La Panamazonia podría estar dividida en cuatro grandes subregiones: a) la llanura amazónica, buena parte de la cual está localizada, aunque no exclusivamente, en territorio brasileño; b) la parte andino-amazónica, que puede ser considerada como colombiana, peruana, ecuatoriana y boliviana; c) la parte amazo-orinocense, venezolana y colombiana, y la parte guayano-caribeña, es, decir las guayanas (Hecht, 2013, pp. 99-100).
De hecho, hasta hace poco los brasileños no llamaban Amazonas a todo el río, sino solo al segmento que empieza en Manaos —en el “encuentro de dos aguas” entre lo que ellos llaman Solimões y el río Negro, que nace en Colombia— y va hasta la desembocadura en el Atlántico, cerca de Belém do Pará. Si el nombre Amazonas se remonta a casi cinco siglos, la denominación Amazonia como una megarregión es reciente, de hace medio siglo, quizás. Un ejemplo que permite entender esta diferencia puede ser el siguiente: mientras que el río Magdalena es el río nacional por excelencia para Colombia, normalmente no se habla de “la Magdalenia”. El nombre del río no salta a nombre de región. En este sentido, actualmente los mismos países que comparten la cuenca o poseen una zona de su bosque húmedo tropical consideran ese territorio como Amazonia, es decir, una región más que un río. La región es una invención reciente, como se verá en los ejemplos que siguen (Palacio, 2021).
Hace más de medio siglo todavía tenía nombres dispares provenientes del periodo colonial. En Brasil se llamó Pará y Maranhão; en Colombia, Caguanía y territorio del Caquetá; en Perú, Bolivia y Ecuador, Oriente. Decir que existe una Amazonia caribeña, como en el caso guayanés, puede sonar un poco extraño para muchos. De hecho, Amazonia empezó a usarse en Brasil, como un concepto institucional y legal, en los proyectos de desarrollo del periodo del régimen militar de la década de los sesenta. En el caso colombiano, a fines de los años cincuenta se fundó la reserva Forestal de la Amazonia; es decir, el concepto aparece como uno de los primeros soportes retóricos e institucionales de la conservación. Por estas sucintas razones no debe sorprender si decimos que la Amazonia es una invención reciente.
Se trata de un tránsito discursivo más que retórico, de Amazonas a Amazonia (como parte de espacios nacionales) y de ahí a Panamazonia como territorio regional supranacional y espacio global. Este tránsito proviene de procesos de arriba abajo, pero también de abajo arriba. Tiene expresiones institucionales de integración entre Estados nacionales, como la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (Otca) o la Iniciativa de Integración Regional Suramericana (IIRSA), que retoman a la Amazonia como territorios para el desarrollo. Desde el punto de vista global, sobre el cual nos expandiremos más adelante, se refleja en una figura jurídica del derecho internacional: el concepto de patrimonio común de la humanidad, que tiende a ser dominada por las fuerzas internacionales de la conservación y cuyo uso se expandió a partir de discusiones sobre océanos y mares. Desde abajo —es decir, desde los movimientos sociales—, en contraste, se asocia con el Foro Social Panamazónico (2022), que involucra a las organizaciones indígenas, campesinas y populares de la Amazonia, la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica, 2021) y la Red Eclesial Panamazónica (Repam). Como se observa, la apropiación contemporánea de la Amazonia es fuertemente contrastante: desde arriba, trata de articular funcionalmente a los actores sociales; desde abajo, estos apuestan a ofrecer resistencia e inventar reexistencias en medio de proyectos de desarrollo, conservación y dominio territorial por parte de los Estados-nación.
…el río más grande del mundo tenía nombres de origen nativo como Pará, del pueblo tupí, o Imani, del pueblo murui. El nombre actual se atribuye a Gaspar de Carvajal, el cronista del viaje de Francisco de Orellana en 1538 en representación de la Corona española.
Lo cierto es que buena parte de este tránsito de Amazonas a Amazonia (y a Panamazonia) está asociada a los procesos de cambio global provenientes de las preocupaciones ambientales de la década de los ochenta, consolidadas con la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992. Esto nos lleva a una reflexión en torno a la globalización de la Amazonia.
Globalización y Amazonia
La década de los noventa del siglo pasada fue testigo de la difusión de una expresión de interconexión planetaria que se popularizó como globalización o cambio global. Mientras que globalización es un sintagma común en las ciencias sociales, la difusión tecnológica, la economía y las humanidades, cambio global es una noción usada en ciencias naturales, ciencias de la tierra y ciencias ambientales. Ambos aspectos reflejan dos caras de la misma moneda: un proceso de interconexión de culturas a escala mundial a fines del siglo XV, que suele asociarse con la consolidación del capitalismo y lo que se conoce como el “encuentro colombino”, es decir, la llegada de los europeos a América y la consecuente interconexión entre esta y el “Viejo Mundo” (Frank, 1998; Marks, 2019). Este fue un logro inicial, si se puede así llamar desde un punto de vista eurocéntrico, de coronas asociadas a Iberia. Los pobladores nativos del “Nuevo Mundo” no necesariamente lo verían del mismo modo, pero solo en épocas recientes han logrado organizar una respuesta global.
De un lado, si los procesos asociados a la globalización son viejos —fines del siglo XV— en el sentido mencionado anteriormente, su popularización es reciente y ocurre en la coyuntura del colapso de la Unión Soviética y los regímenes de “socialismo realmente existente”, la caida del Muro de Berlín, la imposición de la lógica del mercado mundial y el triunfo de políticas neoliberales que erosionaron a los Estados nacionales y coincidieron con importantes innovaciones tecnológicas, productivas y financieras que estrechan hasta un límite impensado las relaciones espacio-temporales, las cuales tienden casi a colapsar en algunos aspectos.
De otro lado, se percibe que la humanidad ha llevado al planeta Tierra a los límites de su crecimiento, fenómeno reflejado en la extinción masiva de especies, la disminución de la biodiversidad, el cambio climático, la recurrencia de desastres y las presiones que superan los límites de la resiliencia de los ecosistemas. La globalización se ofrece como una oportunidad para políticos neoliberales y promotores de una nueva fase del capitalismo posfordista, pero también se percibe como un gran peligro desde el punto de vista de los científicos naturales embebidos en el estudio de las consecuencias del cambio global (O’Brien y Leichenko, 2000; Palacio, Vargas y Hennessy, 2017).
En este contexto, la Amazonia, como otras regiones del planeta, se ve conectada con el resto del mundo no solo fuertemente, sino de una nueva manera. Este cambio específico, más que como globalización en la Amazonia, se debe entender como globalización de esta, y más por razones de cambio global que por razones de globalización. Pocas regiones o lugares del mundo se perciben tan “ambientalizados” como la Amazonia, que ha venido siendo construida como una entidad ambiental global (por naturaleza más que por historia) (Palacio y Wakild, 2016).
Amazonia es, pues, el nombre de una gran región expandida multinacional, que está completamente incorporada a los discursos ambientales y ecológicos globales. Así, la Amazonia ya no es solo una frontera de recursos, sino un objeto ambiental mundial en una época “poshumana”, en el sentido del colapso de lo humano separado de lo no humano, insertados ambos en la red de la vida.
Aunque la Amazonia sea una región global, afirmación con tinte paradójico, no deja de ser un territorio multinacional frágilmente apropiado por los Estados que reclaman su soberanía sobre él. Por ello, lo que sigue es una discusión sobre las fronteras amazónicas y la apropiación de la Amazonia, simultáneamente por Estados nacionales, agentes extractores de recursos y procesos de globalización.
Límites, tierras fronterizas y fronteras internas
Recurrentemente, la Amazonia, la Antártida y el fondo del mar se consideran las últimas fronteras de la expansión humana, de los Estados o del capital sobre la tierra. Vista como una frontera es importante distinguir entre los tres sentidos de este concepto que hacen parte de la literatura de la historia y las ciencias sociales, culturales y políticas contemporáneas: a) frente de apropiación y expansión espacial de una cultura autoproclamada como superior frente a otras —suele ser codificada entonces dentro de la metáfora de civilización versus barbarie y salvajismo— (Martins, 2009; Palacio, 2012; Pizarro, 2009; Sarmiento, 2003; Serje, 2011); b) límite político (borderline), que puede ser imperial o entre Estados nacionales que suelen comportarse como imperiales, pero con la coartada de ser nacionales (García Jordán y Sala i Vila, 1998; Hecht, 2013, pp. 99-100); c) tierras, políticas y vivencias transnacionales a lado y lado de los límites estatales (borderlands) (Zárate, 2008).
…la Amazonia ya no es solo una frontera de recursos, sino un objeto ambiental mundial en una época “poshumana”, en el sentido del colapso de lo humano separado de lo no humano, insertados ambos en la red de la vida.
Como la Amazonia no ha sido apropiada materialmente de manera exhaustiva por poderes nacionales o fuerzas económicas arrolladoras, aunque sus límites fronterizos ya hayan sido decididos en su mayor parte, sino que carga el imaginario de frontera cuasiperenne (Little, 2001), debe ser estudiada como una región nacional y multinacional, en el contexto de cambio global y globalización.
El proceso de soberanía nacional de carácter diplomático y militar sobre la Amazonia, construido a través de delimitación fronteriza desde mediados del siglo XIX y culminado en su mayor parte en las décadas de los treinta y los cuarenta del siglo XX, antecedió a la expansión de las naciones. Trazando límites cartográficos, diplomáticos y, en menor medida, bélicos, se construyeron las amazonias nacionales. El proceso definitorio, que se dio a través de delimitaciones diplomáticas precisas y eventuales cortos conflictos armados, tuvo que ver con la extracción de quina en los países andino amazónicos y de caucho o siringa en todos los países de la cuenca. Estas historias deben superar las explicaciones, los estudios y los puntos de vista chauvinistas y nacionalistas, lo cual no es una tarea fácil (Larrea y Cuvi, 2021).
La metáfora civilización versus barbarie se construye en la frontera interna, con la expansión de fuerzas económicas, culturales y militares nacionales, algunas veces ilegales, como en los territorios marcados por conflictos armados internos, la expansión de cultivos ilegalizados de coca o el extractivismo ilegal de madera o de especies animales y plantas, que se apropia de territorios a costa de conocimientos ancestrales. El proceso de invención, con sus condicionantes globales, multinacionales y nacionales, hace parte de la territorialización contemporánea de la Amazonia.
De hecho, otras formas específicas de territorialización las analizaremos en la sección de ecología política, como es el caso de los parques nacionales, las reservas extractivas o las zonas de reserva campesina. Aunque han sufrido graves pérdidas y traumatismos (Hemming, 1978; Mitchell, 1997; Palacio, 2018; Pineda, 2000; Rivera, 2013; Vargas Llosa, 2013), esas formas han resistido y reexistido, como prueba de su tremenda resiliencia. Igualmente, los límites fronterizos nacionales son recientes, pero los pueblos originarios han sobrevivido, conocen los territorios, traspasan esas fronteras, han logrado reconocimiento y hacen la diferencia. Estos elementos nos conducen a la siguiente sección.
De la economía política a la ecología política de la Amazonia
El proyecto conservacionista y paisajes prístinos
Los Estados nacionales tienen la función de apropiar sus fronteras para transformarlas en regiones a nombre de la soberanía nacional. Siembran ejércitos, mercados, comunicaciones, urbes, poblaciones, culturas, políticas electorales, sistemas de salud y educativos precarios, entre una variada parafernalia de su arsenal nacional. En las últimas décadas en la Amazonia también se han articulado con proyectos globales de conservación de la naturaleza para organizar nuevos espacios territoriales, entre los cuales los más importantes son los parques nacionales, e incluso han creado sistemas de más amplio espectro, que denominan “áreas protegidas”. Estos enclaustramientos territoriales han proliferado en la Amazonia particularmente desde la última década del siglo XX.
Tal como los parques nacionales en los Estados Unidos, un país pionero en esta materia, y otras excolonias anglosajonas —por ejemplo, Australia—, se crearon como formas de construcción de identidad nacional asociadas a ciertas ideas sobre un supuesto paisaje prístino, intocado por “el hombre” y reflejo de una naturaleza originaria. Algo así como decir que, si Europa tiene joyas arquitectónicas y catedrales, América tiene catedrales de la naturaleza, añadiendo un sentido sacro al paisaje supuestamente no corrompido por el hombre.
Esta idea de parque nacional natural solo empezó a anidar en la Amazonia avanzada la segunda parte del siglo XX y hoy ocupa espacios extensos en un territorio de frontera. La apropiación territorial de la Amazonia a través de encerramientos de naturaleza es hoy una parte muy importante de su realidad espacial. Pero precisamente esta idea “nacional” no funciona, a pesar de los supuestos y de las hermosas reproducciones de fauna y paisajes que se exhiben en lo aeropuertos. Es muy difícil llegar a estos parques, se requiere de mucha logística y los turistas son pocos. Distan mucho de ser nacionales; de hecho, mantienen el nombre, pero hacen parte de la crisis ambiental contemporánea y de la globalización de la conservación, otro mecanismo de apropiación territorial de la Amazonia (Gissibl, Höhler y Kupper, 2012). Este mecanismo tiende a diluir la presencia milenaria de pobladores en la Amazonia y su larga historia de domesticación de plantas, suelos y paisajes. No es un lugar prístino e intocado, sino un territorio fuertemente transformado por milenios, apropiado por mecanismos de horticultura, caza y pesca, y reconstruido en algunos lugares urbanizándolo, ganaderizándolo y sembrando plantaciones a gran escala.
La apropiación territorial de la Amazonia a través de encerramientos de naturaleza es hoy una parte muy importante de su realidad espacial.
Se puede dejar establecido que las figuras de encerramiento propias de la conservación han arraigado fuertemente en la Amazonia, pero otros procesos de apropiación nacional se han ido produciendo en los intersticios de las contradicciones de los Estados nacionales. Allí aparecen también otro tipo de apropiaciones más relacionadas con los pueblos indígenas: las reservas o resguardos y los demás territorios indígenas. Son importantes las distinciones técnicas, pero no son el tema central de este artículo. Lo cierto es que las figuras jurídicas que permitieron la nacionalización de espacios amazónicos a nombre de los indígenas empiezan también a ser incorporadas dentro de las áreas protegidas. Esto refuerza una idea “ambiental” de los indígenas en general. y específicamente de los indígenas de la Amazonia, como guardabosques o ecologistas espontáneos.
En estos aspectos y su interacción debe estar centrada la discusión que involucra a la Amazonia, que no es un espacio más, entre otros, donde se enseñorea la globalización, sino un territorio emblemático del cambio global. En consecuencia, estamos presenciando una mutación analítica de la economía política de la Amazonia a su ecología política. En este marco conceptual se debe plantear la confrontación entre proyectos de desarrollo y proyectos de conservación como dos formas diferenciadas de apropiación de la Amazonia que tienen como sustrato el conflicto sobre nuevas formas de apropiación y expropiación de las poblaciones indígenas. Dicho de otro modo, en ambos casos se trata del socavamiento de los derechos de los pueblos amazónicos a disfrutar y ser dueños de sus territorios. Estas notas nos permiten entrar a la siguiente sección, que considera las interacciones entre los fenómenos de apropiación por conservación y apropiación por desarrollo.
Suelo, subsuelo y vuelo
El proceso de expansión de la nación, el Estado y las mercancías sobre la frontera amazónica implica apropiación de los recursos amazónicos que pueden ser descompuestos, en aras de sintetizar, en tres ámbitos: suelo, subsuelo y vuelo (Palacio, 2011). El suelo involucra directamente las luchas por la tierra y el territorio; el subsuelo, los recursos hidrocarburíferos y mineros; el vuelo, la madera, el bosque y los temas del carbono, el metano y la atmósfera, es decir, el cambio climático. Todos reunidos e interactuando son la sociobiodiversidad.
Si nos referimos al subsuelo, evidentemente la minería y la explotación hidrocarburífera se ha ido expandiendo frenéticamente y hacen parte de las apuestas de gobiernos y poderosos actores estatales y capitalistas. Si nos referimos al suelo, debemos entender que una parte importante del territorio amazónico está enclaustrado y apropiado de dos maneras: resguardos o reservas indígenas y parques nacionales u otras afectaciones relacionada con la conservación. Finalmente, el bosque no se concibe simplemente como madera, sino que, por una parte, la invención de la biodiversidad a fines de los años ochenta le dio un nuevo valor al bosque, que supera la concepción tradicional de explotaciones madereras. Por otra parte, la discusión de cambio climático nos lleva a considerar los proyectos REDD (Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation), que piensan el bosque como secuestro de carbono. Por ello, el vuelo forestal es, más que madera, discusión sobre cambio climático y apropiación de una forma diferente no del suelo, sino del vuelo (Moreno, 2009).
Conclusión
La discusión sobre territorio no es solamente un asunto que ahora los pueblos indígenas estén interesados en retomar y remplazar por nociones ambientales. Con certeza, no estamos debatiendo solo sobre concepciones de las que algunos antropólogos y juristas indigenistas han logrado convencer a líderes indígenas. Se trata de procesos más amplios de apropiación y configuración territorial, que pueden implicar reterritorializaciones, como la transformación de Amazonas en Amazonia; desterritorializaciones, como la construcción de enclaustramientos espaciales que desocupan de gente el territorio a nombre de la conservación, y reapropiaciones territoriales, como los resguardos, las reservas y la construcción de entidades territoriales indígenas. Todos esos fenómenos se disputan en el marco de sobreambientalización contemporánea de la Amazonia. Como si esta fuera un territorio “más ambiental por naturaleza” que la Orinoquia o el cerrado brasileño o la sabana de Bogotá o el paisaje cultural cafetero.
Por eso aquí afirmamos que se requiere reemplazar la economía política de la Amazonia por una ecología política de esta. Eso implica debilitar la separación entre “naturaleza” y sociedad porque esta es un elemento poderoso de aquella, con capacidad de transformar el planeta tierra. Por eso algunos apoyamos la idea de pensar más que en antropoceno y entender a los humanos como especie; hablar sobre capitaloceno y entender a los humanos como parte de la naturaleza, un agente poderosísimo dentro de la compleja red de la vida.