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¿… Y de la poesía qué?

La pregunta fundamental que se formula es: ¿qué es poesía? Y en consecuencia ¿qué no es poesía? O de otra forma: en rigor, ¿cómo puede definirse la poesía? ¿Existe acaso un campo con límites o fronteras taxativas donde pueda establecerse lo que la poesía es? ¿Tiene sentido el tema de la verdad, y en concordancia el de la falsedad, en la poesía, para validarla o no? Y otro interrogante de enorme vigencia: ¿tienen un papel que desempeñar la poesía y su actor, el poeta, en una época de preponderancia de la ciencia y la técnica, cuando la tendencia de masificación unificadora y la globalización neoliberal se imponen a sangre y fuego? Pregunta que deriva de la formulada por Hölderlin en la estancia 7 de su elegía “Pan y vino” (Brot und Wein): “¿Para qué poetas en tiempos de miseria?”, la que a su vez podemos parafrasear de la siguiente manera, un poco en alusión lejana a Brecht: “¿Tienen sentido la poesía y el poeta en tiempos de oscuridad?”. Honduras muy complejas que han tenido todo tipo de respuestas principalmente desde la filosofía, más como oportunidad de especulación, en muchos casos, que por el deseo de acertar, salvo cuando se trata de estudiar la obra de un poeta en especial, como ocurrió con Heidegger en su profundo ensayo sobre la poesía de Hölderlin[1]. Pero una generalización sobre lo que es poesía no parece del todo posible. Habrá situaciones extremas que puedan con facilidad demarcar, en apariencia, lo que es y lo que no es poesía. Incluso suele llegarse a interpretaciones de lo que es poesía con más poesía, en ese afán de encontrar un sentido en el lenguaje. El concepto de precisión como lo conocemos en las ciencias naturales no tiene aquí validez, al tratarse de un campo de la creación humana donde las fronteras son indefinibles o evanescentes en formas de expresión, en exploración de sentidos y sinsentidos. Su campo es la plena libertad, aún con el tratamiento del realismo efímero.

De ahí que el poeta tenga plena vigencia: hay continuidad en temas palpitantes, los esenciales, y su palabra es exigida desde el silencio para congregar sensibilidades que puedan alzarse en sintonía frente al drama de la vida y del mundo. Su voz cumple obligaciones de urgencia para reivindicar la dimensión del espíritu en libertad, para estar ahí, firme, en el campo de la expresión suprema de la humanidad, como el arte, la razón única de la existencia del ser humano. No puede olvidarse que la poesía expresa a su manera el mundo, las cosas, las situaciones, en lo objetivo y en la subjetividad, con logros esclarecidos en el tiempo, en la geografía y en las generaciones.

William Ospina (1995) dice que “la misión del poeta no consiste en advertir el peligro sino en darnos el fuego con el que podremos enfrentarlo”. Peligro, pienso yo, que está reflejado en el avance de los riesgos, las confrontaciones, los genocidios, los retrocesos del medio natural, las penurias crecientes en las colectividades, la opresión, el desdén, la falta de oportunidades, el burocratismo corruptor de la vida y el Estado… En la palabra está el fuego para recobrar vida de sentido y sentido de vida en el compartir, el departir, la exploración en la soledad acompañada.

La poesía es una forma de manifestarse el lenguaje humano por medio de la cual se trata de llevar a la palabra sentimientos, pareceres, búsquedas en ritmos y voces, sin necesariamente articular el pensamiento lógico, aun cuando no lo descarta. Hay poesía con modalidad de relato y otra más críptica o hermética que parece no tenerlo, al menos en lo directamente comprensible. El argumento es de usanza común en modalidades, pongamos por caso, del realismo o el intimismo. En general, no deja de haber un hilo conductor en el texto, afín con el sentido o por exigencia del ritmo, o por ambos a la vez, que es lo más deseable.

Hay autores y obras consagradas en todas las lenguas, que pueden ser excelentes referentes para cultivar el gusto por la poesía. Incluso hay un planteamiento radical del premio nobel (1987) Joseph Brodsky, en su conferencia en la Feria del Libro de Turín (Italia) en 1988: “La manera de desarrollar buen gusto en literatura es leer poesía”, a la cual se refirió como “la forma suprema de la locución humana”. Mostró en aquella intervención de qué modo ese gusto exigente en la poesía nos da formación de rigor para que seamos poco tolerantes con la palabrería vacua, con la verbosidad, tan frecuente en los discursos de políticos, en escritos de seudofilosofía, en relatos históricos, en cuento y novela. Y recordó, por demás, que “la literatura empezó con la poesía” (Brodsky, 2003).

El filósofo alemán Hans-Georg Gadamer (nacido en 1900 y fallecido en 2002, a los ¡102 años!) aludió a nuestro papel frente a la poesía, en un afortunado ensayo sobre Rilke, asignándonos a los lectores la tarea de reconocer con y en ella la fuerza casi despiadada de la voluntad de vivir, en una posición vitalista que permite enfrentar el dolor y la tragedia, temas recurrentes en la poesía. Primero, parece decirnos, se debe estar por la vida en la poesía, en el arte, en la cultura… (Gadamer, 1977). Llamado que nos recuerda con insistencia el papel de la poesía y del poeta como pregoneros de la vida en creación, sin desfallecer, en estos tiempos de tan profunda crisis, cuando la guerra aparece como la solución a cualquier diferencia o antagonismo, en actitud arrogante de quienes ejercen el poder por encima de la educación, la cultura, el arte…

*

Examinemos, como ejercicio, algunos ejemplos donde la categoría, la denominación de poesía, cabe a plenitud.

Sin la menor duda el siguiente texto es un poema, por demás bello:

¿Y si hubiera nacido en otra parte,

en el Perú, en Praga, por ejemplo

(ya que amo esos lugares)

serías aquel nombre, la figura que eres

creada paso a paso

en estas calles tristes de Santiago,

existirías tú,

persistiría

la presencia que soy, la que me has dado?(Lastra, s. f., “El azar”)

“De ahí que el poeta tenga plena vigencia: hay continuidad en temas palpitantes, los esenciales, y su palabra es exigida desde el silencio para congregar sensibilidades que puedan alzarse en sintonía frente al drama de la vida y del mundo.”

Hay allí elementos inconfundibles que permiten aquella afirmación. Por un lado hay un ritmo sutil que va llevando la voz en el interior de las palabras, y por otro, al leerlo trae un sentimiento que da gusto descifrarlo. Tiene la deliciosa ambigüedad de la alusión a un lugar o a una mujer, que al fin tanto uno como otra podrán contener al poeta, darle albergue, refugio. El poeta cosmopolita que es Pedro Lastra (nacido en 1932) divaga por los lugares que ama, y en ese divagar lleva de pronto la sombra de la mujer que alberga en el corazón, como trasfondo de la ciudad capital del país de origen. Pero, en verdad, la alusión es a él mismo, al poeta y profesor Pedro Lastra, en cierto momento como otro y luego como él mismo, para preguntar si sería lo que es de haber nacido en otra parte, en lugar amado diferente de Chillán, donde vio la luz del mundo.

Otro ejemplo podrá marcarnos diferencias y acentuar un gusto por la poesía. Veamos el siguiente texto:

Bajo la lluvia de los tambores

el tallo negro de la flauta

crecía y se desvanecía y reverdecía

Las cosas se desataban de sus nombres

al borde de mi cuerpo

yo fluía

entre los elementos desceñidos.

(Paz, “Soltura”)

Un texto más difícil de descifrar. En él se manifiesta un ritmo con reiteraciones en el tercer verso, pero con su peculiar cadencia. Da la impresión de transmitir imágenes de la danza de comunidades negras, entre redobles de tambores y sonares de flautas. La música se derrama, ante todo el compás sostenido con el retumbar del tambor, sobre el alma del poeta, también sobre los danzantes —de figuras sueltas, desceñidas— y los observadores u oyentes. A su vez, establece la conjunción de los cuerpos esbeltos con la delgada flauta, que al oscilar en las manos del ejecutante acompasa de sonora melodía los movimientos de la danza en la escena. Es tan rápida la impresión que transmite el poeta, que se le ve sobrecogido por el espectáculo, inmerso en este, desasido de nombres, fluyendo quizá solo entre recuerdos. A no dudar, se trata de todo un poema con enorme economía de palabras, de un contenido rico en imágenes, más las que sugiere que las que transmite en directo. La cualidad de resaltar en este poema es la sugerencia, la provocación de imágenes en dinámica, con todo lo que conlleva de interpretación en el disfrute del arte, desde las formas tradicionales más acentuadas.

Hay escuelas establecidas en poesía, o movimientos y generaciones marcadas por épocas. Están, por ejemplo: el parnasianismo, el surrealismo, el modernismo, el vanguardismo, el romanticismo, el expresionismo, el simbolismo, el dadaísmo… etc., y no es por demás decir que se ha llegado a hablar de “metapoesía”, cualquier cosa que esto signifique.

María Zambrano decía que “la poesía es huida y busca, requerimiento y espanto; un ir y volver, un llamar para rehuir; una angustia sin límites y un amor extendido”. También expresaba que “la poesía es un abrirse del ser hacia dentro y hacia fuera al mismo tiempo. Es un oír en el silencio y un ver en la oscuridad”. En consecuencia, también anota Zambrano con muy buen sentido, “el poeta no puede renunciar a nada porque el verdadero objeto de su amor es el mundo: el sueño y su raíz, y los compañeros en la marcha del tiempo”. En ese abrir de la poesía hacia dentro y hacia fuera está el sentido de la huida y la busca como una necesidad de expresión por explorar en los mundos subjetivos y la realidad. La poesía consigue esa conciliación, o más bien encuentro, como meditación desde la palabra, aún con las ideas, en contrastes y contrariedades —unidad de contrarios, dirían los dialécticos—. Pero la poesía se ejerce justo en un ámbito discreto, así se la declame en plazas públicas frente a multitudes ardientes, con silencio exigido por las resonancias que genera en el mundo interior de quien se acerca a ella, bien sea lector o escucha.

Como puede apreciarse, no hay una definición matemática que demarque con claridad absoluta los campos de qué es y qué no es poesía. Quiero, por lo pronto, apegarme a esa comprensión que señala al texto poético en su capacidad de huida y de búsqueda, de oír en el silencio y ver en la oscuridad. Se quiere encontrar un refugio con la palabra que pueda colmar los deseos y ambiciones de quien se expresa, y en ese afán por encontrar está en simultaneidad el dejarse llevar como quien huye, yendo por el campo del pensamiento, de las sensaciones y de las imágenes hacia algo que compense o satisfaga, con voces articuladas en un espíritu en desasosiego o en calma de exploración. En ese proceso, un tanto perturbador, se da una especie de confrontación entre el ir hacia dentro y el ir hacia fuera en simultaneidad. Juega la introspección con el agite del mundo.

El poeta en el acto de escritura está conturbado, perplejo, mirándose a sí mismo, enfrentando solo en la palabra la complejidad del mundo con sus contradicciones y dramatismos, y aún con el esplendor fugaz. La poesía es el género de mayor apertura, que no puede regularse en normas rígidas o quedarse tan solo en ellas. Primero fue la poesía en versificación libre, lo anotó Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) en su tiempo, luego aparecieron las formas que ordenaban el poema en métrica y rima. Pero siempre ha existido la sensación y la necesidad del ritmo, la musicalidad, el sonido, como una especie de requerimiento en la poesía de todas las épocas y modalidades. Sin embargo, como en la música, igual caben las arritmias (como en un electrocardiograma) y las atonalidades. La creación en poesía es campo abierto y solo el tiempo podrá decir lo que va quedando como expresión consagrada que se ofrece a nuevas generaciones de lectores o a catadores de la expresión creadora. Para, como también advertía Zambrano y lo reiteramos, oír en el silencio y ver en la oscuridad.

Acudamos de nuevo a un ejemplo:

Antes que el sueño (o el terror) tejiera

mitologías y cosmogonías,

antes que el tiempo se acuñara en días,

el mar, el siempre mar, ya estaba y era.

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento

y antiguo ser que roe los pilares

de la tierra y es uno y muchos mares

y abismo y resplandor y azar y viento?

Quien lo mira lo ve por vez primera,

siempre. Con el asombro que las cosas

elementales dejan, las hermosas

tardes, la luna, el fuego de nuestra hoguera.

¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día

ulterior que sucede a la agonía.

(Borges, 1996, “El mar”)

Es un poema racional, lo que puede confundirse con la frialdad. Pero son observaciones meramente de apariencia. Borges (1899-1986), en su poesía como en la prosa, es justo y medido. Sindéresis, pudiera decirse, es la característica fundamental. En lo dicho está la precisión, sin caer en lo calculado por matemático. Se trata de un soneto estructurado con rigor, con rima delicada, que no disuena ni tampoco se marca en altisonancia: casi no se nota. Nos habla del mar como anterior a todo en la tierra, de donde se proviene, pero amenazante por cuanto en su inmensa cuenca las profundidades demarcan abismos de verticalidad en rocas que son socavadas, erosionadas de continuo, con ese movimiento incesante y violento de las aguas. A su vez, el mar es majestuoso: quien lo ve por vez primera retiene su visión espléndida por siempre. Asimismo, es la confluencia de todas las aguas y de manera figurativa simboliza la muerte, el fin de todos los seres, después de vivir con acumulación de fuentes, de influencias, de procedencias que enriquecen las propias vidas, únicas e intransferibles. Es bueno advertirlo, el mar es un “quien”, no un “que”; es decir, Borges trata al mar como persona que nos acompaña en el misterio, al igual que la vida, para un desciframiento esperable al fin de los días. Se sabrá lo que es el día ulterior que sucede a la agonía. Pero ya no seremos; no estaremos en el disfrute de conciencia para saberlo.

Sin la menor duda, como toda la obra de Borges, es un poema que suscita la conjunción de sensaciones emotivas y pensamiento. Al fin y al cabo, Borges es uno de los autores más estudiados en la convergencia de pensamiento y poesía, de filosofía y literatura. A nadie le cabrá duda de su maestría de escritor.

Infaltable otra muestra de mano singular, en mayor grado para los jóvenes… de todas las edades:

Empapado de abejas,

en el viento asediado de vacío

vivo como una rama,

y en medio de enemigos sonrientes

mis manos tejen la leyenda,

crean el mundo espléndido,

esta vela tendida.

(Cortázar, “Poema”)

Hay que anotar primero que la obra de Julio Cortázar (1914-1984), lo advirtió él mismo, tiene igual valor en sus narraciones y en su poesía. Es un portentoso creador que sacralizó en cronopios la apoteosis de la imaginación. Sin embargo, su poesía es menos leída y valorada, a tal punto que este año, en la antesala de conmemorar sus 90 de nacimiento y los 20 de su muerte, se publicó en Argentina un poemario de rescate con un irrisorio tiraje de 300 ejemplares. Me refiero a Pameos y meopas, reedición de Ediciones Trucho (Banfield, Argentina, 2003); la edición príncipe fue de 1971, que acopia poemarios como Larga distancia, Razones de la cólera, Preludios y sonetos, Cantos italianos, Grandes máquinas y Circunstancias, con creaciones que van de 1951 a 1958. Pero compensa con creces la edición de sus poemas preparada por el propio autor, recogida bajo el título Salvo el crepúsculo, en edición de Alfaguara (1996), en la Biblioteca Cortázar, que proviene de la primera edición de 1984, registrado como el último libro publicado en vida por su autor.

Cortázar es poli o multifacético en su poesía, con avances como de un diario, donde se contraponen los momentos de esplendor con las angustias, los amores desfallecientes, la soledad, la muerte… Los grandes temas están allí, aún rindiendo homenaje a formas artísticas y a creadores.

“ La poesía es el género de mayor apertura, que no puede regularse en normas rígidas o quedarse tan solo en ellas.”

El poema que traigo en muestra es un tanto críptico. Penetrar en él en busca de sentido es tarea de exploración en el subsuelo, a grandes profundidades, para lo cual habrá que armarse de herramientas a la manera de una geosísmica intelectual, con interpretaciones múltiples en los diagramas que puedan construirse. Para comenzar, hay un símil, el árbol, conformado obviamente por ramas, pero también albergue de otros seres: insectos, pájaros y demás. El autor puede ser parte de él, pero ante todo el sujeto que significa en el poema es la creación misma, todo un homenaje a la poesía. Volátil y errátil como una rama que se mece y es perturbada por asedios continuos, pero aún así rutila en el vacío que da soporte por aire al brazo vegetal. En ese ritmo bajo continuos merodeos se configura en palabras el texto que lo representa, lo simula o lo entrevé. Es tal el bamboleo de la rama que construye el texto, que sin más ni menos pasa a ser una vela de embarcación midiéndosele a la mar inclemente o aún a los momentos pasajeros de aguas en reposo.

Ese poema es de suyo una metáfora. En conjunto elabora Cortázar la interpretación más fiel del acto de creación en el espíritu del poeta. El poema mismo es un acto a la deriva. Es diestro en sobriedad, como Borges, pero esencial en la búsqueda ingeniosa de sentido, con apertura a múltiples interpretaciones.

Cortázar, al igual que los grandes creadores contemporáneos, se sitúa en la tradición de Hölderlin, Keats, Leopardi, Mallarmé, Darío, Salinas, Octavio Paz, Drummond de Andrade, Bob Dylan, Caetano Veloso, Jean-Luc Godard, Peter Weiss, Picasso, Fernando Botero, Silva, León de Greiff, entre otros, como él mismo reconoce para la mayoría de los nombrados.

Termino esta parte, con una muestra de creador de otra lengua, un tanto próxima por la vertiente latina:

Ya no ceno solo en la mirada

como cuando, con mi silbido, te asomabas

y apenas te veía. Una roca, un surco

de embudo, el vuelo negro de una golondrina,

una cubierta sobre el mundo…

 

Ese capullo aterciopelado que se abre

sobre una nota que se desliza de la mandolina

es mi pan, mi agua el crujido que fluye, tu profunda

respiración, el vino.

(Montale, 1996, “En el Greve”)

Se trata de un poema hermético de un poeta reconocido como críptico. ¿Qué imágenes e ideas podrá sugerirnos? La nominación que hace es realista, con palabras que denotan funciones y elementos en el mundo. Son dos estrofas nada más. En la primera hay una difícil alusión al acto de cenar, en tanto mira y silba, y con ese llamado sonoro alguien se asoma y se deja ver. Quizá la amada o apenas un recuerdo, una reminiscencia, o un vago asombro que reluce en el confín. En el marco de esa visión está la roca, una hendidura por donde puede cruzar un río o, por la forma como la describe, puede haber una inmersión en pequeña área, a lo mejor la configuración de un lago. Por otra parte también se observa una golondrina en vuelo y al parecer nubes que recubren el paisaje. Es la pintura que podemos descifrar, para un hombre que en soledad ante el mundo trata de describirlo con palabras en fuga.

“La poesía es consuelo en las tragedias y exaltación del ánima en el gozo, en el placer. La poesía es tiempo, remembranza, suceder de sensaciones tormentosas o apacibles. Es significado de lo no significante. Es el juego que el cosmos le encomendó a los dioses para dar escape a la complejidad.”

En la segunda estrofa completa el paisaje con la música que oye, proveniente de la hermosa mandolina, música en la que capta tres elementos: la nota que se desliza, un crujido y la respiración. La nota es el pan de la cena, el crujido o desgarradura en el sonido de la ventana que se abría y cerraba, es el agua para una sed de paisaje y de luz, y la entrecortada respiración que se sucede es el vino con el que se escancia la tarde que se va. El amor por la mujer del recuerdo que se asomaba al balcón con el silbido llega a ser referente primordial por la conjunción de música renacentista con el paso cantarino del agua y el regocijo del espíritu que matiza o exalta el vino.

*

En fin, la poesía no tiene últimas en su comprensión; abarca nociones tan amplias, fascinantes y complejas. La poesía busca, escudriña en las palabras y en los sentimientos; explora sentidos y le da vueltas al mundo sin alcanzar en forma cabal su cometido. En la poesía está la apoteosis y también el declinar de la vida, la terminación de la esperanza. Es el encuentro del ser con lo inasible, la comparecencia con la música y con el asordinado ritmo de lo cotidiano. La poesía es siempre intento de trascendencia, de permanecer en la oculta voz que llega al corazón de los amantes; al alma desolada de los desterrados y perseguidos; al hombre en su transitar rutinario. La poesía es consuelo en las tragedias y exaltación del ánima en el gozo, en el placer. La poesía es tiempo, remembranza, suceder de sensaciones tormentosas o apacibles. Es significado de lo no significante. Es el juego que el cosmos le encomendó a los dioses para dar escape a la complejidad.

Por lo expuesto espero que pueda apreciarse tanto el carácter problemático como la pertinencia de la poesía en cualquier cultura, en la vida de todas las personas y como forma, la más abierta, de acoger el fervor de la creación. Para mi la poesía es a la literatura lo que don Quijote, en tanto personaje, es a la cultura. Es decir, paradigma. Reto continuo por buscar opciones de creación sin dejar que las derrotas intimiden o reduzcan a la impotencia los espíritus, por más que lo mediático ponga en los primeros niveles de ventas los libros de novela y cuento.

La filósofa española María Zambrano, sobreviviente de doloroso exilio como miles de republicanos, de quien se recuerda ahora el centenario de su nacimiento, ha dicho: “No somos ni siquiera todo lo que tenemos”. Asimismo expresó: “El poeta es el hijo perdido entre las cosas” (1996). Neruda (1943) se preguntó, en su “Oda a Federico García Lorca”, ¿para que sirven los versos si no es para el rocío?

La pregunta sigue abierta entre los estudiantes de la mesa redonda: ¿Y de la poesía qué?, …para poder oír en el silencio y ver en la oscuridad.

Referencias

Borges, J. L. (1996). El otro, el mismo. Buenos Aires: EMECE.

Brodsky, J. (2003). Cómo leer un libro. El Malpensante 51.

Cortázar, J. (s. f). Antología. Madrid: Edhasa.

Heidegger, M. (1944). Hölderlin y la esencia de la poesía. México: Séneca.

Hölderlin, F. (2022). Pan y vino. Madrid: Abada Editores.

Lastra, P. (s. f.). El azar. En Ciudad Seva, recuperado de ciudadseva.com/texto/el-azar/

Montale, E. (1996). 37 poemas de Eugenio Montale. Madrid: Hiperiorn

Neruda, P. (1943). Oda a Federico García Lorca. México: Ediciones Darro.

Ospina, W. (1995). Lo bello y lo terrible. En J. Plötz et al., Friedrich Hölderlin, 1843-1993, pp. 17-37. Bogotá: Unal/ Facultad de Ciencias Humanas.

Paz, O. (s. f.). Soltura.

Zambrano, M. (1996). Filosofía y poesía. México: FCE

 


[1] Me refiero a la conferencia pronunciada en Roma el 2 de abril de 1936, con una primera traducción al español de Juan David García Bacca para la editorial Séneca (Heidegger, 1944).

AUTOR

Carlos-Enrique Ruiz

Ingeniero de caminos de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia, donde además es profesor emérito, honorario y especial ad-honorem. Fue director de la Biblioteca Nacional de Colombia, ex Viceministro de Educación Nacional, vicerrector de la Universidad Nacional de Colombia, en Manizales, y exrector de la Universidad de Caldas.

En 1966 fundó la Revista Aleph, literaria y de pensamiento, de la cuál también fue editor.

Es Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua y también Miembro Honorario de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Sus ensayos y trabajos de crítica literaria y su poesía se han publicado en varias revistas internacionales.

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