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El proyecto educactivo santanderista

Ilustración por: Paola Bustos

No obstante, este fue en realidad un periodo de transición en el que todavía era evidente la pugna entre dos mentalidades. Una tradicional, consolidada a través del periodo colonial y aferrada a los anquilosados esquemas de enseñanza, en la cual se inculcaban valores apegados a la moral cristiana en medio de una estructura social altamente jerarquizada. La otra mentalidad, aún en ciernes, pregonaba la igualdad y la libertad como principios rectores y pretendía conferir mayor relevancia a los métodos racionalistas y modernizantes bajo el influjo de las ideas benthamistas y el desarrollo del sentido crítico. En sus inicios, fue claro el interés del Estado republicano en plantear su disposición de establecer una participación más directa en el ámbito de la educación que desde tiempo atrás había recibido gran influencia de la Iglesia.

Vale resaltar de manera especial el liderazgo de Santander quien, primero como vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo y después como presidente de la República (1832-1837), se preocupó por sacar adelante propuestas dirigidas a lograr una mayor cobertura en materia de educación pública. Pruebas irrefutables de su compromiso fueron, por un lado, su asidua participación en los certámenes educativos y, por otro, los apartes mismos de su testamento al destinar algunos de sus bienes para fundar escuelas públicas en lugares pobres y apartados.

Sin lugar a dudas, durante los primeros años de vida republicana se marcó un gran impulso en la educación pública primaria y secundaria en contraste con los exiguos esfuerzos observados en tiempos del dominio hispánico. No obstante, los ambiciosos planes en cobertura se tropezaron con un ambiente hostil, signado por el déficit fiscal heredado de las guerras de Independencia y la tensión político-militar en medio de una frágil y fluctuante estructura administrativa. Esta situación llevó a plantear nuevas y variadas fórmulas de financiación, lo cual implicó un apoyo y un compromiso más activo por parte de la comunidad y de las instancias de gobierno a escala local y provincial, a través de donaciones y del apoyo de las Sociedades Patrióticas.

Para el caso de las escuelas públicas, lo más novedoso fue la introducción del método lancasteriano o de enseñanza mutua difundido por el franciscano fray Sebastián Mora Berbeo y el francés Pedro Comettan, modelo que se ajustaba a los propósitos de una educación ágil y masiva enmarcada dentro de una ética utilitarista. Bastante notorio fue el nivel de expansión de esta primera escala educativa, pues en 1837 se contabilizaban 200 escuelas del nuevo método lancasteriano y 850 escuelas tradiciones para un total de 26.070 educandos.

A escala superior […] se establecieron las universidades públicas de Cauca, Tunja y Cartagena, y en Bogotá fue creada la Universidad Central de la República que es considerada la antecesora de la Universidad Nacional de Colombia.

Con respecto al nivel de educación secundaria, era evidente que estaba muy lejos de alcanzar los crecientes índices de cobertura registrados en las escuelas elementales. Pero, aún con todas las vicisitudes y el reducido grupo de jóvenes matriculados, era indudable que a escala regional habían quedado instituidas nuevas opciones de acceso educativo, que de alguna manera ofrecieron oportunidades de ascenso socioeconómico ya no ancladas en los títulos de nobleza, el color de piel u otros privilegios heredados, sino en los méritos académicos. Entre 1822 y 1827 fueron fundadas un total de ocho instituciones: el colegio de Boyacá, el colegio de Antioquia, el colegio de San Simón, el colegio de Santa Librada, el colegio de San José de Guanentá, el colegio del Socorro, el colegio de Cartagena y el colegio de Pasto, mientras que fueron restablecidos los de Pamplona, Panamá, Santa Marta y Mompós.

Hacia 1832 fue creado el colegio de Vélez y una casa de educación en la ciudad de Cúcuta. En cifras globales, hacia 1836 existían en Colombia veinte colegios para varones, dos para mujeres y seis casas de educación. Algunos de estos planteles santanderinos alcanzaron el rango de universidades, como fue el caso de la Universidad de Antioquia. Como legado de esa impronta, aún hoy se mantienen muchas de esas instituciones con reconocido prestigio a nivel provincial.

A escala superior, bajo los lineamientos del Plan de Estudios de 1826, se establecieron las universidades públicas de Cauca, Tunja y Cartagena, y en Bogotá fue creada la Universidad Central de la República que es considerada la antecesora de la Universidad Nacional de Colombia.

Otro de los retos educativos implementados durante la gestión de Santander fue el de la inclusión étnica y de género. Aunque lograron instalarse algunas escuelas públicas para indígenas y niñas, en realidad faltaba todavía mucho trecho para garantizar una amplia cobertura educativa que estuviese en sintonía con los principios de igualdad y libertad pregonados por el proyecto republicano.

El apoyo al creciente número de establecimientos educativos de carácter público se hacía asimismo efectivo a través de otra serie de medidas complementarias de carácter cultural, tales como el incentivo a la Biblioteca Pública de Bogotá y la fundación de la Academia Literaria Nacional y el Museo Nacional. El sistema de instrucción pública puesto en marcha por Santander también se vio fortalecido con la creación de la Academia Militar y en 1825 con el establecimiento de una escuela náutica en Cartagena, además de la instalación de escuelas de oficios artesanales, establecimientos estos que contribuyeron al proceso de recuperación económica. El gobierno republicano enfocó además su atención en la instalación de imprentas, la ampliación de los espacios de expresión y la dotación de libros para el creciente número de instituciones educativas.

Vale resaltar de manera especial el liderazgo de Santander quien […] se preocupó por sacar adelante propuestas dirigidas a lograr una mayor cobertura en materia de educación pública. Pruebas irrefutables de su compromiso fueron […] los apartes mismos de su testamento al destinar algunos de sus bienes para fundar escuelas públicas en lugares pobres y apartados.

Durante su administración, Santander se esmeró también en fortalecer la enseñanza de las ciencias naturales. En 1823 se autorizó al agente diplomático Francisco Antonio Zea para que contratara profesores extranjeros que propiciaran el establecimiento de escuelas de matemáticas, mineralogía y ciencias médicas. El ingeniero Jean Bautiste Boussingault, el dibujante y fisiólogo Desiré Roulin, el minerólogo Mariano de Rivero, el anatomista Pedro Pablo Broc y el cirujano Bernardo Daste, entre otros, llegaron al país a compartir sus conocimientos y fundar escuelas.

En este sucinto recuento histórico queda constancia del impacto del proyecto civilista de Santander con miras a posicionar la educación pública, la cultura y la vida intelectual como factores determinantes en la construcción del Estado nacional, en el impulso del progreso, en la formación de ciudadanos, en la preparación de hombres capacitados para asumir el manejo del Estado y en el avance hacia el proceso de secularización. Fue, en definitiva, esta apuesta educativa y su marco normativo uno de los componentes más trascendentales dentro de su encomiable trayectoria como artífice de la organización de la naciente República.

AUTOR

Roger Pita Pico

Politológo de la Universidad de los Andes y magíster en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javerian. Actualmente, director de la Biblioteca de la Academia Colombiana de Historia

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