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Ciencia y educación en el proyecto de los radicales del siglo XIX

Ilustración por: Diana Pinzón

Con el nombre de radicales, afirma Jaramillo Uribe (1995),

ha pasado a nuestra historia del siglo xixuna generación de políticos, periodistas y escritores que gobernó el país durante un periodo aproximado de 25 años, que corren entre la promulgación de la Constitución de 1863 y el fin del segundo periodo presidencial de Rafael Núñez (1825-1894), que se cierra con la entrada en vigencia de la Constitución de 1886. Los radicales centraron sus políticas en tres aspectos: 1°. Organizar el Estado sobre la base del modelo republicano y democrático; 2° Dar forma a la economía nacional y promover el desarrollo económico para salir de la pobreza y entrar en la corriente de la civilización, … y 3°. Crear un sistema educativo capaz de incorporar al país el movimiento cultural, científico y tecnológico del mundo moderno.

Nos proponemos destacar los logros en los puntos dos y tres mencionados.

La Comisión Corográfica

Ciencia y educación se han empleado como pilares para la consolidación de la República y el desarrollo del país en los distintos programas de gobierno desde nuestra independencia. Es así como en 1826 Santander estableció su Plan de Educación, con la ley del 18 de marzo “Sobre organización y arreglo de la instrucción pública”. Bajo el amparo de esta ley se fundaron la Universidad Central de Bogotá, así como las universidades centrales de Caracas y de Quito, que aún subsisten. Se quería que en esas universidades “se abrazara con más extensión la enseñanza de las ciencias y las artes”. Para cumplir con tales objetivos a cada universidad se le asignó un Museo de Ciencias Naturales, el cual debía tener un gabinete de física, un laboratorio de química, una colección de minerales y un Observatorio Astronómico dotado con los instrumentos necesarios (Arias y Sánchez). Este plan no pudo desarrollarse a cabalidad por los permanentes conflictos políticos que marcaron la conformación de la República en el siglo xix.

Sin duda los liberarles fueron adalides de la educación y del conocimiento de la ciencia como herramientas esenciales para el desarrollo del país. Luego del plan educativo de Santander, debe mencionarse el plan de Ospina Rodríguez de 1842, en el cual se proponía por primera vez la creación de facultades de Ciencias con programas curriculares para obtener los títulos de Licenciado en Matemáticas, Química, Física y Ciencias Naturales. Como en el caso del plan de Santander, estas buenas intenciones se quedarían en el papel y un nuevo gobierno, el del general Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849), propondría un renovado plan, con escuelas de Ciencias Naturales, Físicas y Matemáticas, un Instituto de Ciencias Naturales, Físicas y Matemáticas que congregaría a todos los profesores de las escuelas (Arias y Sánchez), y un Colegio Militar, para formar ingenieros civiles y militares, ya que para lograr el progreso, además de la educación y el conocimiento científico, se requerían mejoras en la infraestructura material del país; era indispensable abrir vías de comunicación, terrestres y fluviales, y mejorar las existentes. Esto permitiría llevar a cabo el segundo punto del programa radical, ya que era necesario conocer al país desde sus diversos ángulos, particularmente desde el punto de vista geográfico y topográfico. Dicho trabajo fue realizado en buena medida por la Comisión Corográfica (1850-1859 y 1860-1862), bajo la dirección en su primera etapa del ingeniero militar y geógrafo italiano Agustín Codazzi (1793-1859). El general Mosquera, reconocido como liberal interesado en la geografía y el progreso material del país, invitó, por intermedio de Manuel Ancízar, a Codazzi a que se vinculara al Colegio Militar. Esta institución es el punto de enlace entre la Comisión Corográfica, uno de los acontecimientos científicos más importantes del siglo xix, y los programas de educación de los radicales, tercer objetivo mencionado.

Ciencia y educación se han empleado como pilares para la consolidación de la República y el desarrollo del país de los distintos programas de gobierno desde nuestra independencia.

Codazzi debía realizar en la Nueva Granada una obra como la que había elaborado en Venezuela: levantar la carta de Venezuela y describir la geografía del país. El contrato con el Gobierno de la Nueva Granada se realizó bajo la presidencia de José Hilario López (1850-1853) y reza en sus dos primeros artículos (Sánchez, E. 1999, 238-239):

Agustín Codazzi se compromete a formar una descripción completa de la Nueva Granada, y a levantar una carta general de la república y un mapa corográfico de cada una de sus provincias, con los correspondientes itinerarios y descripciones particulares, todo, a más tardar dentro del término de seis años contados desde el 1° de enero de 1850.

Tanto la descripción como los mapas de que trata el artículo anterior, tendrá la extensión, claridad y exactitud necesarias para que el país pueda ser estudiado y conocido en todas sus relaciones, principalmente en lo tocante a topografía, estadística, y riquezas naturales.

Fueron nombrados como Secretario Manuel Ancízar y como colaboradores centrales José Jerónimo Triana (1828-1890) como naturalista y a los pintores: el venezolano Carmelo Fernández (1809-1887), Manuel María Paz (1820-1902) y el inglés Henry Price (1819-1863), de alguna forma vinculados con el Colegio Militar (Sánchez 210-211), que debían dejar testimonio en sus acuarelas de lo observado. Entre 1850 y 1859 se realizaron diez expediciones en las que se hizo un estudio geográfico sistemático de la Nueva Granada, en el que se registraron sus características geográficas y topográficas, sus industrias y sus condiciones sociales así como de sus recursos naturales (Sánchez, E., 1999, 18-19). Codazzi murió en febrero de 1959, y la Comisión quedó en manos de Ancízar, el más estrecho colaborador de Codazzi, de Manuel Ponce de León (1829-1899), Indalecio Liévano (1834-1913) y Manuel María Paz (Sánchez, E., 1999, 226). Para Sánchez, E. (1999, 24) “la obra de Codazzi y sus colaboradores fue un logro equiparable, y aun superior en muchos aspectos a la Expedición Botánica de Mutis, a los viajes del barón von Humboldt de 1801, y a los trabajos de Francisco José de Caldas”. En Batallas contra el olvido… de Jaime Ardila y Camilo Lleras se pueden apreciar con detalle las acuarelas de la Comisión, las cuales se conservan en la Biblioteca Nacional y son accesibles por internet en la página web de la biblioteca. El nombre de este libro se debe a que los logros de la Comisión no eran tan reconocidos por la historiografía colombiana, y a veces se da valor más a la obra pictórica que a los informes detallados de las expediciones y los libros escritos por quienes participaron en la Comisión, pero con los trabajos de Olga Restrepo (1999) y de Efraín Sánchez se ha hecho un poco de justicia al respecto.

La educación y los radicales

Los radicales construyeron un proyecto de nación que articulaba federalismo. Una clara división entre Iglesia y Estado, educación laica, obligatoria y gratuita, amplios derechos y libertades individuales y libre cambio como principio económico, entre otros. Todo ello orientado a cortar de raíz con el legado colonial. […] En el proyecto radical la educación constituía la principal herramienta para formar ciudadanos e integrar la nación.  (Cruz Rodríguez, 73)

Los orígenes de la Universidad Nacional de Colombia se remontan a la Universidad Central del plan de educación de Santander. Luego de la Ley del 15 de mayo de 1850 sobre Instrucción Pública, de José Hilario López, con la cual se hizo innecesario la obtención de títulos para ejercer cualquier carrera profesional, los radicales rectificaron su camino con la recreación, para algunos historiadores creación, de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia. La Universidad Nacional se fundó bajo el gobierno del presidente  Santos Acosta el 22 de septiembre de 1867 y fue reglamentada por la Ley 66 de ese año. La institución sería de carácter laico, gratuita para quienes lo solicitaran, con 72 cupos para “alumnos internos, alimentados e instruidos gratuitamente, a razón de ocho por cada uno de los Estados de la Unión, los que designarían las respectivas Asambleas” (Universidad Nacional de Colombia, Génesis, 254). Sin duda, este fue el gran aporte de los radicales. La UN fue constituida con seis escuelas: Ingeniería, Medicina, Derecho, Ciencias Naturales, Artes y Oficios y Filosofía y Letras. La de Ingeniería se creó con los profesores, alumnos, programa curricular y presupuesto del Colegio Militar, institución que dejó honda huella en la historia de la ingeniería y la matemática colombianas.

Los orígenes de la Universidad Nacional de Colombia se remontan a la Universidad Central del plan de educación de Santander antes mencionado.

Manuel Ancízar fue el primer rector de la Universidad Nacional de Colombia, para quien esta institución es una refundación de la Universidad Central de Santander, la cual no había desparecido totalmente con el cierre de las universidades por la ley de José Hilario López.

Independientemente de esta discusión, a pesar de todos los avatares debidos a las múltiples crisis políticas del siglo xix, e incluso del siglo xx, la Universidad Nacional ha sido el centro más importante de educación superior en Colombia. Ni la hegemonía conservadora (1886-1930), ni los gobiernos conservadores de mitad del siglo xx (1945-1957) han logrado el debilitamiento de sus fines: ser una universidad laica, con altos estándares académicos, independiente en lo posible de las influencias políticas coyunturales. Su historia ha sido recogida con motivo del Sesquicentenario de su fundación en la Colección Sesquicentenario, compuesta por 12 volúmenes. Allí se puede apreciar el papel central que ha desempeñado en la conformación de la nación colombiana y en el desarrollo de la educación superior en el país.

Pero los radicales no solo se preocuparon por la educación superior. Alarmados por el alto nivel de analfabetismo (cerca del 90 %) y la indiferencia de las autoridades municipales y eclesiásticas, fundaron escuelas y colegios en aras de organizar el sistema educativo colombiano. “En las pocas escuelas que había los niños aprendían a rezar, memorizar y a recitar, pero no a leer ni escribir. […] Las escuelas eran insuficientes, estaban mal dotadas y los maestros no tenían preparación…” (Cataño, 1995). Con el Decreto Orgánico de Instrucción Pública del 1° de noviembre de 1870, los radicales pretendían romper con el pasado e instaurar un sistema educativo que pusiera a Colombia en el camino de las naciones civilizadas (Cataño). Por ello se considera uno de los documentos más importantes de la historia educativa de Colombia. Con esto se buscaba establecer un sistema nacional gratuito y obligatorio de educación primaria para toda la Unión (Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima) bajo la dirección de un pedagogo alemán. En diez capítulos y 294 artículos se organizaba la instrucción pública como un sistema uniforme dirigido y supervisado por el Gobierno federal. “Si sus estipulaciones se hubieran implementado completamente, Colombia hubiera estado al lado de los países más prósperos en cuanto a políticas educativas” (Meyer Loy). Imprimió textos y editó la revista La Escuela Normal, que difundió gratuitamente entre los maestros de todo el país. Allí se publicaron textos completos como el de física de Henry Fabre y las Lecciones e Fisiología Elemental de T. H. Huxley traducidos al español (Meyer Loy). Los diferentes Estados adaptaron el Decreto de acuerdo con su contexto e intereses particulares. Pero el Decreto tuvo serios opositores, sobre todo por los aspectos religiosos (Cortés) y luego de la guerra de 1876-1877 los radicales fueron perdiendo su poder y se fue abriendo el camino para la Regeneración (Ortiz Meza). Sus objetivos fracasaron debido a que los sectores conservadores le devolvieron el control de la educación a la Iglesia católica.


Bibliografía

  • Ardila, J. y Lleras C. Batallas contra el olvido. Acuarelas colombianas 1850. Bogotá: Ardila y Lleras Ltda., 1985.
  • Arias, J. y C. H. Sánchez. “Antecedentes de la Facultad de Ciencias”. Facultad de Ciencias. Fundación y consolidación de comunidades científicas, editado por Germán Cubillos. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006.
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  • Cortés, J. D. “Los debates político-religiosos en torno a la fundación de la Universidad Nacional”. El Radicalismo Colombiano del siglo xix, editado por Rubén Sierra. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006.
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  • Meyer Loy, J. “La Educación Primaria durante el Federalismo. La Reforma Escolar de 1870”. Revista Colombiana de Educación, núm. 3, 1979.
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  • Restrepo, O. “Un imaginario de la nación. Lecturas de láminas y descripciones de la Comisión Corográfica”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, vol. 26, 1999.
  • Universidad Nacional de Colombia. Génesis y reconstrucción. Bogotá: Unibiblos, 2011.
  • Universidad Nacional de Colombia. Colección Sesquicentenario. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2017.

AUTOR

Clara Helena Sánchez

Doctora en Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Campinas (Brasil). Profesora jubilada del Departamento de Matemáticas de la Universidad Nacional de Colombia. Es una reconocida investigadora en la hitoria de la matematica y la historia de la Universidad Nacional de Colombia